El Consell Social de la Llengua Catalana –del que forma parte el Govern Balear PSOE-PSM apoyado por Podemos y presidido por Francina Armengol- propone, entre otras cosas, realizar campañas publicitarias en las que se aconseje hablar en catalán a las personas que no lo entienden. Postulan, literalmente, «la difusión, mediante campañas publicitarias, de la idea de que hablar en catalán ante alguien que no lo sabe es un acto solidario y, al mismo tiempo, de autoestima y civismo». Cuando en realidad se trata de un “acto” inútil, egocéntrico, prepotente, descortés y mal educado.
La semana pasada se presentó el llamado Plan de Política Lingüística 2016-2021 elaborado por el Consell Social de la Llengua Catalana, que incluye 136 propuestas de actuación en materia de política lingüística para el periodo 2016-2021.
La verdad es que el “Plan” se las trae. También se propone, por ejemplo, la aprobación de una ley que supedite la concesión de licencias a «la presencia del catalán» en las empresas que las soliciten. Esta ley impondría el uso del catalán en las empresas privadas y obligaría a contratar empleados que hablen en catalán en los establecimientos de atención al público vulnerando la libertad de empresa y la Constitución, ya que las licencias de actividad dependerían de ello. También los establecimientos tendrán que rotular obligatoriamente en catalán, bajo amenaza de sanción.
La Asociación de Comerciantes de Menorca (Ascome) integrada en PIME Menorca ya se ha pronunciado, considerando una «imposición lingüística no aceptable» condicionar la licencia de apertura de nuevos comercios al conocimiento del catalán.
En cuanto a la vertiente jurídica del asunto, me parece que como el Govern Balear siga los disparatados consejos del Consell Social de la Llengua Catalana lo tiene claro. Porque sin duda las leyes que pueda promulgar en ese sentido serán tumbadas en cuanto se presente el correspondiente recurso, ya que no se puede imponer a las empresas privadas que discriminen a nadie al capricho del Govern de turno y por lo tanto tienen la libertad de contratar a quién estimen oportuno con arreglo a la legalidad en materia laboral vigente, independientemente de que se trate de castellanoparlantes, catalanoparlantes, los que hablamos las modalidades propias de las Islas o cualquier otra lengua. Y los ciudadanos de Baleares tienen el derecho a ser atendidos en cualquiera de las dos lenguas cooficiales en las administraciones públicas, pero no sucede lo mismo cuando se trata de empresas privadas. Y como en todas partes cuecen habas, tal y como manifesté en su momento ante el Pleno de la Institución, resulta que cuando alguien presenta cualquier instancia escrita en catalán al Ayuntamiento de Ciutadella le contestan en catalán (lo que me parece muy bien), pero si la instancia presentada está escrita en castellano, según inveterada mala costumbre, habitualmente también recibe la contestación en catalán (lo que ya no está nada bien, entre otras cosas porque conculca un derecho constitucional). Y sin embargo nadie que yo sepa ha armado un cirio públicamente por esta circunstancia.
Por otra parte frecuentemente se vienen producido incidentes que podríamos llamar “lingüísticos” –el verano pasado sucedieron un par que tuvieron un alarde de cobertura mediática a nivel local-, aunque opino que tienen cierto trasfondo político y que entrañan alguna falta de respeto y tolerancia hacia trabajadores que no hablan o entienden bien el idioma en que se han dirigido a ellos quienes después se han jactado públicamente de su intervención en estos episodios. El último que tuvo mucha difusión -a nivel nacional esta vez-, fue protagonizado hace poco por un ex-cantante que cuando un camarero de Balearia no lo entendió en catalán, le sacó una foto y lo “denunció” en las redes sociales por el simple hecho de que «Aquest cambrer no enten «café amb llet»……» según difundió el ex-cantante a través de Twitter. Ante la repercusión de la clamorosa reacción favorable en solidaridad con el camarero que se desató en las redes sociales, la compañía Balearia, que en un primer momento había anunciado que “tomaría medidas” contra el camarero, rectificó y terminó por manifestar su apoyo al trabajador afectado.
Por lo general el denominador común y el origen de tales incidentes está en que algunos clientes de diferentes empresas se han negado a hablar en castellano cuando así se lo ha solicitado un empleado/a de cada una de las empresas afectadas, por el sencillo motivo de que estos trabajadores no comprenden bien el catalán en que les hablaban los respectivos clientes. Poco después, los clientes han “denunciado” públicamente el presunto “agravio”, presentándose como «víctimas» de una especie de mal trato lingüístico y difundiendo los nombres de las empresas que –naturalmente- se han visto obligadas a salir al paso dando su versión de unos hechos que -la verdad- me parecerían poco relevantes sino fuera por la extraordinaria repercusión mediática que han tenido.
Lo primero que salta a la vista es que se trata de un “problema” artificial que podía haberse evitado muy fácilmente, porque prácticamente todo el mundo que sabe catalán habla castellano (y por supuesto que ese era el caso de dichos clientes). Bastaba por lo tanto con expresarse en castellano para evitar el conflicto. Es de la cortesía más elemental. Es lo educado. Pero sobre todo es lo lógico, porque se pongan como se pongan los clientes de esas empresas, por mucho que magnifiquen los hechos cuanto quieran y por mucha publicidad que les den, no conseguirán que quien no conoce un idioma lo aprenda de repente, por mucha presión presencial y mediática que ejerzan sobre ellos y sus empresas y por mucho que los trabajadores afectados sean el eslabón más débil de esta conflictividad rebuscada, sobredimensionada por los mismos que –aunque se auto asignen el papel de “victimas” en el reparto- la han alentado, en buena medida provocado y evidentemente la han publicitado.
Confieso que siempre me ha sorprendido observar la falta de empatía e intolerancia de algunos talibanes de la “llengua” al contestar en catalán a quienes se dirigen a ellos en castellano -incluso en casos en los que resulta patente que estos últimos no entienden ni papa de lo que se les dice- mientras no tienen el menor inconveniente en contestar en inglés o cualquier otro idioma que conozcan a quienes se dirigen a ellos en inglés u otro idioma que sepan. De la misma manera que me parece deplorable calificar de “polacos” a quienes se expresan en catalán o hablamos en las modalidades insulares de nuestra lengua, igual de patético que las pocas veces que he tenido que escuchar expresiones en imperativo como “habla en cristiano” a algún castellanoparlante, con lo fácil que es pedir por favor que se hable en castellano a quién no entiende el catalán sólo con mencionar esta última circunstancia.
La lengua no es más que un medio para comunicarse. Comunicarse es la finalidad del lenguaje. Y cometen un grave error los que convierten el medio en un fin en sí mismo, porque de esa manera llegan incluso a veces a entorpecer el proceso de la comunicación humana, como cuando por ejemplo, con evidente mala educación, algunos catalanistas radicales -a pesar de conocer perfectamente el idioma castellano- contestan en catalán a castellano parlantes que no les entienden. La mala nueva, es que estas innecesarias y absurdas exhibiciones de mala educación las promueva ahora -en un “Plan” aprobado por unanimidad- un organismo como el Consell Social de la Llengua Catalana, entre cuyos miembros se encuentra el mismísimo Govern Balear, que encima pretende pulirse el dinero de todos los contribuyentes de las Islas en hacer “campañas publicitarias” incentivando tamañas muestras de cerrilismo y malos modales que sólo pueden contribuir a deteriorar la convivencia.
El bilingüismo, las dos lenguas que dominamos la mayoría de ciudadanos españoles residentes en Baleares constituye un patrimonio peculiar que nos enriquece culturalmente y también una ventaja respecto de los que sólo entienden el castellano, seamos tolerantes a la hora de administrarla.
Autor: Joan Triay