Hay una clase de escritores a los que admiro profundamente, sin atreverme a criticar cosa alguna de las que leo firmadas por ellos. Se trata de los articulistas «diarios», los que están obligados a entregar diariamente su colaboración al periódico. Deténgase usted, amigo lector, a pensar lo que ello supone, el titánico esfuerzo que representa tener que parir todos los días, sin mancar uno, el obligado artículo. Haga usted la prueba, amigo, póngase a escribir un artículo -aunque sea cortito-, cada día y me dará la razón. Antes de transcurrir una semana. Yo pido un gran aplauso para ellos, para los articulistas cotidianos.
El resto de escritores, aunque no de menor mérito literario -aunque sí laboral-, escribe cuando les peta a ellos, cuando se sienten inspirados, cuando han encontrado un motivo cualquiera que les ha llamado la atención y sobre el que se han puesto a pensar. Y hay muchos días que, por tener la mente en blanco, por falta de inspiración, o simplemente por no poderse sacudir la innata pereza que a todo hombre asalta de cuando en cuando, dejan ociosa la pluma y se dedican al descanso. No existe para ellos esa ineludible y diaria obligación del articulista, de no defraudar a sus lectores a la hora del desayuno, cuando se abren los periódicos del día. Ese resto de escritores, no los articulistas de columna diaria, es dueño de sus tiempos y hasta de sus vidas, dentro de lo que cabe. Felices ellos.
¿Quién, siendo amigo de escribir, no atraviesa períodos de tiempo en que no lo hace? Por los motivos que sea, que no entro aquí en esos detalles, pero que le tienen mano sobre mano, dedicado a otros menesteres que exigen menos esfuerzo y atención. Sí, no se ría usted, amigo, que esto de escribir tiene algo de parir, y nunca parir fue cómodo, ni fácil. Lo que diferencia la escritura del parto es que aquí, el escritor no tiene a nadie al lado, que le coja la mano y le diga y repita aquello de «Aprieta, aprieta, aprieta». El escritor tiene que apretar él solito, sin ayuda, sin que nadie se lo diga.
¿Qué a santo de qué viene esto? Pues a santo de que llevo algunos días en que me resulta más difícil de apretar -de escribir- que otras veces, añadiendo que nunca me fue fácil. ¿Cosas de la edad, que no perdona a nadie? No lo sé. ¿Tal vez del desánimo que le acomete a uno al ver el despeñadero por el que vamos lanzados todos? Vaya usted a saber…
El pasado día primero de este mes de Noviembre escribí mi comentario semanal «Las opiniones reales» (publicado en este Es Diari del 9-11-08, Nº 740), habiendo pasado diez días sin ánimos de intentar escribir de nuevo. Recuerdo que anunciaba entonces que disponía de dos motivos para escribir, uno sobre las opiniones reales, otro sobre las retribuciones de ciertos Consejeros, con cargo al Erario Público. Dejé esto último para otro día, siguiendo el consejo de mi amigo Polidoro, que consideró que ya me estaba alargando demasiado. Y así lo hice. Lo decía al final, para que nadie se llamase a engaño.
Hoy, al revolver los papeles de mi mesa de trabajo, encuentro el recorte de prensa (E. M., 30-10-08, aunque también leo otros diarios), donde está la noticia de esas retribuciones, noticia que llamó poderosamente mi atención y que me ha hecho pensar repetidamente en la cantidades que desvela al público, generalmente ignorante de cómo se pagan determinados cargos, más que cargos, verdaderas sinecuras.
Para mí tengo, que gran parte de la culpa de este desmadre retributivo, y de otros muchos, viene de esa infortunada conversión de la pesetas, mejor dicho de las 166,39 pesetas de antes, en el ridículo 1 euros de ahora. Si las retribuciones percibidas por los altos cargos se dieran en pesetas, tantas cifras y tal altas, asustarían al contribuyente. No al perceptor, claro, que éste va muy a gusto en la burra. Que somos los contribuyentes, la burra.
El Presidente del Consejo de Administración de la Corporación RTVE, según datos aportados ante la Comisión de Control del Parlamento -previo requerimiento-, percibe 240.000 euros anuales, y los once Consejeros restantes, cada uno, 120.000 euros, también anuales, lo que suponen 1.560.000 euros cada año entre todos ellos. Lees estas cifras y no asustan, pero si las traduces a pesetas, mueres del susto, o quedas medio lelo del asombro.
240.000 euros equivalen a 39.932.640 pesetas anuales, o séase 3.327.720 pesetas mensuales, de media.
120.000 euros equivalen a 19.966.320 pesetas anuales, o séase 1.663.860 pesetas mensuales, también de media.
Los perceptores de esas retribuciones parecen decir en su descargo que el director general de la BBC británica, Mr. Mark Thompson, cobra cerca de los 900.000 euros, o séase 149.747.400 pesetas, que son 12.478.959 pesetas de media mensual.
En resumidas cuentas, que en España esos Consejeros, por lo menos el Presidente del Consejo, vienen a cobrar «menos de un tercio de lo que cobra el director general de la BBC», o séase casi una miseria. Va a ser cosa, pues, de ir pensando en subirles a esos Presidente y Consejeros los sueldos.
Lo malo es que -según se lee en esa noticia-, esos señores «están obligados a reunirse como mínimo dos veces al mes para estudiar y aprobar en su caso todos los asuntos relacionados con la gestión de RTVE».
Aunque se reúnan alguna vez más, divídanse sus retribuciones por el número de horas que les haya llevado leer, discutir y aprobar, los documentos llevados al Consejo, y se quedarán atónitos. ¿A cuánto sale la hora?
Que en la BBC paguen más altos sueldos nos debe tener sin cuidado a los españoles, como que también suceda lo mismo en la televisión privada. Ninguno de esos sueldos se carga al Erario Público, el que se nutre de nuestras contribuciones. Con quien deben compararse esos señores Presidente y Consejeros es con lo que cobramos el resto de los españolitos de a pie, con lo que gana un profesional medio en España, trabajando todas las horas del día, y todos los días del año. Si somos nosotros los que pagamos esos desusados sueldos, de nuestro dinero, es con nosotros con quienes debe hacerse la comparación, no con Mr. Mark Thompson, al que no tenemos el gusto de conocer.
Iba a decir -líbreme Dios, y perdone-, que también debiera ser tomada como término de comparación la calidad del producto ofrecido por nuestra TV, pero prefiero no hacerlo, pues en ese caso, quizá, más de un mes se iban a quedar sin sueldo esos afortunados señores, a los que deseo todo el bien de este mundo. Faltaría más.
Entra mi amigo Polidoro, lee lo que llevo escrito y, después de rascarse dubitativamente la cabeza, me dice:
Siempre opiné, José María, que los dos mayores disparates que se han hecho en España son: Primero, el invento de las Autonomías, que ha llevado a eso de las Autonosuyas; y el otro el de la adopción del euro como moneda de curso corriente, que nos ha hecho perder la noción del valor de las cosas. Antes, un sueldo mensual de 500.000 pesetas suponía una fortuna, sólo al alcance de unos pocos privilegiados. Ahora, un sueldo mensual de 3.000 euros, lo cobra poco menos que cualquiera, y encima le parece poco. Será por llevar menos ceros, dos ceros menos. Esa falta de perspectiva en lo económico, que ha llevado a las gentes a vivir por encima de sus posibilidades, sin apreciar lo que verdaderamente se paga por las cosas, y esa misma falta de perspectiva en los que cifran su ideal de vida en acumular dinero, que todo les parece poco, han influido necesariamente en la génesis de esta crisis que hoy padecemos. Me imagino cómo debe sentirse un parado, y mucho más un parado con mujer, hijos e hipoteca, al enterarse de lo que cobran algunos -que no es precisamente lo que ganan-, y el estado de indigencia a que él se ve sometido, además sin esperanza de salir a corto plazo de esa situación de paro. Hay que haber estado parado alguna vez en la vida, como yo lo estuve, durante casi un año, para saber lo que se siente, y lo que se sufre en esa situación, a la que te ha llevado la desmedida avaricia de acumular fortunas fáciles, desatada en el mundo. Unos tanto, y otros tan poco, sin olvidar de los que nada. Podré estar equivocado, como tú sueles decir en tus comentarios semanales, pero las crisis no son apenas otra cosa más que un tiempo de extremo mal reparto de la riqueza. Como dicen los físicos, nada se crea ni se destruye, afirmación que sirve también para la riqueza, que siempre es la misma, pero que atraviesa momentos en que está muy mal distribuida, toda en muy pocas manos. La nave de la sociedad escora por estibarse toda la riqueza en un pequeño reducto de la banda de estribor. Malos estibadores tenemos, pues. Dicen que vivimos gobernados por ideales socialistas. No lo sé, no alcanzo a vislumbrar el socialismo por parte alguna. Yo entiendo el socialismo de otra manera, como entiendo que una cosa es predicar y otra dar trigo. En ese caso, sí, vivimos en socialismo. Predicando, pero sin pasar de ahí. Y sin dar ejemplo, por supuesto, quienes debieren darlo. Anda, vamos a dar nuestro paseo, coge tu bastón. ¡Esto no tiene remedio!
José María Hercilla Trilla,
Salamanca, 16 Noviembre 2008.
Fuente: José María Hercilla Trilla.