A mi buen amigo Polidoro se le van notando los años. Sosteníamos antes largas conversaciones, divagando acerca de todo lo humano y lo divino, formulando nuestras dudas y tratando de indagar en ellas, hasta alcanzar algunas veces la solución que pusiera fin a las mismas. Otras veces, muchas, se acrecentaban aquéllas, por resultarnos irresolubles, con lo que quedábamos como estábamos antes. O peor. Ahora, de unos meses a esta parte, Polidoro parece conformarse con el análisis de aquellas situaciones terrenas que, aún siéndole ajenas por completo, suscitan su atención inmediata. Hoy, por ejemplo, me sorprende con un recorte de periódico (el semanal La Crónica, de El Mundo 8-10-06), donde ese distinguido periodista y enfervorizado seguidor de doña Letizia, el señor Peñafiel, nos revela que la cantidad asignada en los Presupuestos de 2.007 para la Casa Real asciende a la suma de 8.289.000 euros, «que -dice aquél, sin mojarse- no es mucha pero tampoco poca», pero «para un solo concepto: El sostenimiento de su familia -del Rey- y Casa».
A mi me sorprenden, José María -me dice Polidoro-, esas personas que son capaces de evaluar o de calcular, con cantidades de euros que excedan de 6.000 euros, y estimar si esas cifras son mucho o poco. Mis conocimientos aritméticos me dicen que 6.000 euros son iguales al antiguo millón de pesetas, y de ahí en adelante necesito echar mano de la calculadora para poder enjuiciar las sumas en euros. Por eso, al leer esa noticia, lo primero que hice fue transformarla en pesetas y por poco me desmayo. La calculadora me dijo que esa ridícula cifra de 8.289.000 euros se transformaba en otra -ésta no tan ridícula- de 1.379.173.000 Ptas., o dicho de otro modo en mil trescientos setenta y nueve millones con ciento setenta y tres mil pesetas. Seguro estoy que, de haber hecho esa transformación el señor Peñafiel -el fiel seguidor de doña Letizia-, podría haber opinado con mayor rotundidad en si era mucho o si era poco.
¿Y quién te manda a ti, Polidoro, meterte en esos análisis, que ni te van ni te vienen, al fin y al cabo? ¿Quién te dio vela en ese entierro? Estás perdiendo facultades.
Es que las grandes cifras me obnubilan, José María, en todas las acepciones de esta palabra. No es falta de respeto al Rey, al que deseo largos años de reinado en paz, es que no acierto a comprender en qué puede gastar S.M. esa enorme suma de dinero en tan sólo el curso de un año, en el que sale a casi 22.710 euros, ó a 3.778.560 pesetas, cada día, peseta más o peseta menos. Dice el señor Peñafiel que en esa suma no entran los sueldos de los casi cien funcionarios que sirven al Rey, ni tampoco los «gastos corrientes de la Casa», añadiendo que lo presupuestado -los 8.289.000 euros- goza de opacidad, ya que el Rey «por ser vos quien sois no tiene obligación de justificar» el empleo que hace de ese dinero. Entiendo que la vaga redacción del artículo 65 de la Constitución Española, permite varias interpretaciones. Una cosa es que la «cantidad global para el sostenimiento de su Familia y Casa», pueda distribuirla libremente, como hacemos todos los españoles con nuestros ingresos, y otra muy distinta que -como dice el señor Peñafiel- «por ser vos quien sois no tiene obligación de justificar», aseveración que me parece exagerada y sin fundamento legal, aunque sea admitida en España. En otros paises ya sabemos que sus reyes rinden cuentas de sus gastos a la nación que los mantiene con sus impuestos, tal es el caso de Bélgica, Holanda y hasta Gran Bretaña, por no citar otras.
Ahí tienes otro caso extremo de desigualdad, Polidoro, de la que nos quejábamos el otro día. Si todos tenemos que declarar a la Agencia Tributaria cuales han sido nuestros ingresos y nuestros gastos en el año anterior, ¿por qué no da ejemplo nuestro Rey y se somete a igual tormento, el de rellenar el impreso del IRPF? Lo de las inmunidades, impunidades, inviolabilidades, y demás exenciones, que la ley reserva para algunos ciudadanos, no acabo de asimilarlo. Esas «excepcionalidades» por razón de las personas, aunque siempre las ha habido, no cuadran con un moderno Estado democrático, donde la igualdad de derechos y deberes entre todos los nacionales -del primero al último- forma parte de la Norma Fundamental, y si ésta establece que todos los españoles somos iguales ante las leyes, bueno sería ir dando ejemplo desde lo más alto. Por eso, si la Corona y la Casa Real -primum inter pares-, es o son una Institución presupuestívora, su primera obligación será presentar un detallado Proyecto de Gastos al Ministerio de Hacienda -de Economía o a quien corresponda- para que se aprueben los mismos y se introduzca esa partida en los Presupuestos Generales del Estado, para cada siguiente año. Y a tenor de eso, presentar el estado de cuentas al final de cada ejercicio económico, para ver que se hace con el sobrante, pues forzosamente algo debe sobrar de esas 1.379.173.000 pesetas, por mucho que se haya gastado, y cualquiera que sea la forma en que se hayan distribuido.
No son ganas de incordiar al Rey, José María, pero si en esa cantidad, como dice el señor Peñafiel, no entra el sueldo de los casi cien funcionarios a su servicio, ni los gastos corrientes, ni los de mantenimiento, etc., etc., de la Casa Real, a mí no me salen las cuentas, parvo de mí. Un matrimonio sin hijos en casa, es decir dos personas -por muy Reales que sean-, y creo que con casi todo pagado, no sé cómo pueden gastar ese dinero, dicho sea con todos los respetos para los Reyes. El príncipe y las princesas, todos mayores de edad y felizmente casados, con casa aparte y colocados, es decir que lo ganan ellos o ellas, para nada necesitan esos jóvenes matrimonios de la ayuda de los reales padres, aunque se les haga un obsequio a fin de año, como solemos hacer todos los buenos padres con nuestros hijos. No quiero meterme donde no me llaman, pero si yo fuere rey sería el primero en rendir cuentas al pueblo que me eligió para representarle y que además me mantiene con el sudor de su frente -de la nuestra-. Si el Rey no nos rinde cuentas, entiendo, con todos los respetos para él y toda la Casa Real, que poco les importamos quienes les mantenemos con nuestros impuestos y sustentamos en el trono con nuestra adhesión. Si se vive del Presupuesto, entiendo yo, hay que dar cuentas del gasto realizado, así como justificar las necesidades presupuestadas para que sean cubiertas con los impuestos que gravan al resto de los españoles. Por lo demás, ¡Viva el Rey! En mi descargo digo que hablo conforme a lo que dice ese periodista, a quien supongo bien enterado de lo que afirma, que yo nada sé al respecto. Esto no pasa de ser un comentario, y te aseguro que sin malicia ni ánimo de ofender a nadie. Todo deriva de la natural y comprensible curiosidad que siento por saber cómo puede gastarse esa enorme cantidad de dinero en el plazo de un año. Quizá nazca todo ello de una novela que leí siendo muy joven, a principio de los años cuarenta, titulada «Jaque al millón», cuyo autor no recuerdo. A un hombre joven le tocaba una fabulosa herencia, pero para entrar en posesión de ella debía gastar «razonablemente» y en el plazo de un año la cantidad de un millón de dólares, que se le entregaban en mano. No se admitían derroches, ni dádivas injustificadas, ni gasto absurdo de clase alguna. Al final del año debía justificar, con facturas, cómo había gastado el millón que se le entregaba a cuenta del resto de la herencia. ¡Y hay que ver las fatigas que pasó el pobre hombre, discurriendo la forma de gastar juiciosamente aquel solitario millón de dólares, viendo que se le agotaba el plazo concedido y que todavía le quedaba dinero en la cartera! Esos terribles apuros se relataban en la novela y constituían su entretenido argumento. ¡Y era un millón, no mil trescientos setenta y nueve millones!
No tienes arreglo, Polidoro. Te estás volviendo un entrometido cascarrabias. ¿Por qué no me hablas de otra cosa, por ejemplo de la inminente desaparición del limbo, celestial o no, que se nos avecina?
También hablaremos de eso, José Maria, no te preocupes. Por hoy ya está bien para nuestra edad.
José María Hercilla Trilla,
Salamanca, 12 Octubre 2006.
Fuente: José María Hercilla Trilla.